Por los tres últimos años, el índice de felicidad planetaria ha dado a conocer los países más felices del mundo de acuerdo a ciertos parámetros. Los resultados sorprendentes de la última edición en el 2012 señalaron que país más feliz del mundo es Costa Rica, en segundo lugar se encuentra Vietnam y en tercero Colombia. Los Estados Unidos se ubicaron en el lugar 104. Este índice de felicidad se basa en tres cosas: 1) Se hace la pregunta la persona, "¿Qué tan feliz es usted?" En una escala del 0-10. 2) Luego se mide la expectativa de vida de las personas de ese país. Finalmente se mide cuanta “tierra” (o recursos ecológicos) necesita la persona en ese país para ser feliz.
Curiosamente los países desarrollados necesitan más recursos para ser felices y aún así sus habitantes no lo son. En otras palabras, los que tienen menos son más felices que los que tienen más. Obviamente, los resultados están basados en la percepción de las personas y cómo relacionan los bienes materiales con la felicidad. Al parecer, según este índice de felicidad, lo más necesitados son aquellos que tienen más porque nunca consiguen lo suficiente. La actitud clave para la felicidad es el contentamiento basado en la gratitud por lo que se es y tiene.
Vivo bombardeado por anuncios y mensajes que me hacen sentir que la luz se encuentra al final de túnel, que el césped del vecino es más verde, que una casa más grande sería mejor, que un automóvil nuevo y más lujoso sería ideal, que necesito una camisa más, unos zapatos más, un libro más, más de todo; en fin, que aún me hace falta “algo” para luego descubrir que ese “algo” es un barril sin fondo y un laberinto que nunca termina.
He estado aprendiendo en mi propia vida que el agradecimiento es la base para disfrutar las bendiciones de Dios. El agradecimiento y la paz que el Señor da van unidos como nos dice Colosenses 3:15 “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos”. Dios nos ofrece paz a pesar de nuestras circunstancias pero el mundo nos trata de vender paz a través de las circunstancias. Por lo tanto, nunca se tiene lo suficiente y nunca se encuentra la situación ideal.
Por alguna razón, tenemos la tendencia a olvidarnos de todo lo bueno que tenemos y seguimos añorando por otras cosas. Necesitamos ser más agradecidos. El gran escritor ruso León Tolstoi (1828-1910) escribió un excelente cuento llamado el zar y la camisa. Espero lo haga reflexionar como lo ha hecho en mí:
Un zar, hallándose enfermo, dijo:
--¡Daré la mitad de mi reino a quien me cure!
Entonces todos los sabios se reunieron y celebraron una junta para curar al zar, mas no encontraron medio alguno.
Uno de ellos, sin embargo, declaró que era posible curar al zar.
--Si sobre la tierra se encuentra un hombre feliz --dijo--, quítesele la camisa y que se la ponga el zar, con lo que éste será curado.
El zar hizo buscar en su reino a un hombre feliz. Los enviados del soberano se esparcieron por todo el reino, mas no pudieron descubrir a un hombre feliz. No encontraron un hombre contento con su suerte.
El uno era rico, pero estaba enfermo; el otro gozaba de salud, pero era pobre; aquél, rico y sano, quejábase de su mujer; éste de sus hijos; todos deseaban algo.
Cierta noche, muy tarde, el hijo del zar, al pasar frente a una pobre choza, oyó que alguien exclamaba:
--Gracias a Dios he trabajado y he comido bien. ¿Qué me falta?
El hijo del zar sintióse lleno de alegría; inmediatamente mandó que le llevaran la camisa de aquel hombre, a quien en cambio había de darse cuánto dinero exigiera.
Los enviados presentáronse a toda prisa en la casa de aquel hombre para quitarle la camisa; pero el hombre feliz era tan pobre que no tenía camisa.