El valor, dignidad y propósito del ser humano tiene su base en el Dios trino. Tanto el hombre como la mujer son la corona de la obra divina al ser creados a la imagen y semejanza de Dios: “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó” (Gen. 1:27). Cada una de las personas de la Santa Trinidad vive en completa armonía con las demás. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se afirman uno al otro y tienen una relación perfecta en todos los sentidos. Nosotros somos seres sociales porque reflejamos a nuestro creador y es en el matrimonio en el que podemos experimentar de alguna manera una perfecta relación al igual que nuestro Dios. El matrimonio es idea de Dios (Gen. 2:18-25) y a través de nuestro cónyuge podemos apreciar el favor de Dios cuando crecemos juntos en una relación de completa intimidad y aceptación.
El fundamento básico para todas las relaciones sociales, pero esencialmente para el matrimonio es la comunicación. Cuando compartimos lo que somos ya sean nuestros pensamientos, deseos, emociones, temores, sueños, intereses y un gran etcétera, tenemos algo en “común” con la otra persona. La meta para el matrimonio es ser conocido y aceptado totalmente y de esta manera glorificar a Dios. Génesis 2:24-25 en el epílogo de la descripción maravillosa del “matrimonio” entre Adán y Eva se establece que “por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser. En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza."
La comunicación es clave para todas las áreas de nuestro matrimonio. El conflicto es inevitable debido a nuestra diferentes personalidades y es imprescindible una buena comunicación para enfrentar la vida y crecer juntos incluso aún en medio de los tiempos difíciles. Según algunos estudios los problemas principales a los que se enfrentan los matrimonios tienen que ver con las finanzas, la intimidad sexual y las familias, especialmente entre los suegros. Es a través de una buena comunicación de la única manera en la que se puede vencer los problemas y crecer como pareja. Hace años la compañía de teléfonos de México usaba la frase “hablando se entiende la gente” para promocionarse. Este es un principio básico para la buena comunicación entre personas, pero principalmente entre esposos.
Algunos investigadores han establecido cinco niveles de comunicación entre los seres humanos. Los tres primeros son hasta cierto punto fáciles de alcanzar, pero el cuarto solamente se logra con personas muy cercanas y el quinto es la meta del matrimonio porque es el único nivel en que se puede alcanzar la intimidad total. El primer nivel se centra en los saludos o lo que en comunicación de denomina “comunicación fática.” Es decir, solamente se habla de hechos superficiales como el clima o se da el intercambio de palabras entre desconocidos. El segundo nivel expresa información sobre acontecimientos básicos, como por ejemplo las noticias o sobre la vida diaria en general. El tercer nivel ya expresa pensamientos, opiniones o ideas. En la mayoría de las ocasiones la comunicación se queda en este nivel ya que uno todavía puede mantener cierta distancia sobre su vida privada. El cuarto nivel ya expresa sentimientos y emociones. Al exponer lo que sentimos ya corremos el riesgo de ser lastimados por los demás y por esta razón comúnmente no lo hacemos a menos que exista una gran confianza con la otra persona. El quinto nivel, sin embargo, ya implica una transparencia total en el que permitimos que nuestro cónyuge nos conozca totalmente y, por lo tanto, somos completamente vulnerables.
El propósito del matrimonio es la intimidad total en todas nuestras áreas y la única forma de lograrlo es ser vulnerables. Solamente en las relaciones en la que existe vulnerabilidad y aceptación se puede crecer como pareja. Ahora bien, es una realidad que los hombres y las mujeres somos diferentes y procesamos nuestras ideas y emociones de diferentes formas. Sin embargo, tenemos que enfrentar nuestros temores y personalidad con madurez. Mi esposa necesita conocerme tal como soy y viceversa para poder crecer en nuestro matrimonio. El matrimonio de acuerdo al plan divino es el lugar perfecto para ser honesto, libre y sincero para poder experimentar un destello en la tierra de la perfecta relación que existe entre el Dios trino. La intimidad espiritual, emocional y sexual sólo se logran cuando somos conocidos y aceptados totalmente. Esto sólo se logra por medio de una comunicación profunda.
Para lograr una buena comunicación se necesita tiempo. Uno de los problemas principales que enfrentamos en la actualidad es agendas sobresaturadas que no nos permiten sentarnos a conversar y abrir nuestro corazón con nuestros cónyuges. Es imposible pasar de los niveles básicos de la comunicación si no invertimos tiempo. Tristemente muchos matrimonios se convierten en “sociedades” en las que los esposos se comunican solamente para lidiar con las cosas de la vida cotidiana y se olvidan de lo más importante, su cónyuge. Es común que muchos matrimonios centran sus esfuerzos en el trabajo y los hijos y con el tiempo se van distanciando al punto que cuando los hijos se van de la casa se encuentran con que tienen que vivir con un perfecto desconocido. Algunos de estos matrimonios se divorcian y otros permanecen bajo el mismo techo pero con vidas separadas. Realmente necesitamos tiempo para hablar y tener intimidad. No hay atajos ni maneras fáciles para desarrollar una buena relación. Algunos estudios han comprobado que no son los grandes regalos o actividades excepcionales las que marcan la diferencia en las relaciones sino las actividades simples, pero constantes como conversar unos minutos todos los días. No hay absolutamente nada más importante que la bendición de vivir la vida junto a la persona que Dios nos dio y es esencial una buena y contante comunicación.
Ser vulnerable no es fácil. El matrimonio requiere dedicación, paciencia, gracia y perdón constantemente. Sin embargo, el matrimonio es también el mejor ejemplo y testimonio del Dios que nos ama y que desea una relación personal con cada uno de nosotros. Tertuliano (155-250/260 d.C.) fue un defensor del cristianismo y uno de los padres de la iglesia. A él se le acredita el uso de la palabra “Trinidad” para explicar la relación perfecta entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En uno de sus escritos describe magistralmente cómo el matrimonio es un reflejo ideal del amor divino. Lo animo q que hagamos de estas palabras una realidad en nuestros matrimonios:
¡Qué hermoso es el matrimonio de los cristianos! Los dos son uno en esperanza, uno en deseo, uno en el estilo de vida que llevan, uno en su religión* que practican. Ambos son siervos del mismo Señor. Nada los divide, ni en la carne ni en el espíritu. Son dos en una carne, y donde hay una carne también hay un solo espíritu. Oran juntos, alaban juntos; se instruyen el uno al otro. Juntos visitan la iglesia de Dios; juntos enfrentan las dificultades y la persecución, comparten su consuelo. No guardan ningún secreto el uno al otro; nunca entristecen el corazón del otro.
Sin vergüenza visitan a los enfermos y ayudan a los que están en necesidad. Dan ofrendas sin ansiedad. Salmos e himnos cantan. Al escuchar y ver esto, Cristo se regocija. A éstos les da paz. Cuando hay dos unidos, ahí también Él está presente; y donde Él está, no hay maldad.