La navidad y la pascua son los dos eventos claves en el calendario cristiano. En la navidad celebramos la encarnación de Hijo de Dios quien se hizo hombre y habitó entre nosotros. En la pascua recordamos la muerte y resurrección de Jesucristo. Aunque conmemoramos dos acontecimientos, la realidad es que ambos están unidos porque Jesús nació para morir y darnos vida a través de su resurrección de entre los muertos. No se puede explicar la navidad sin la pascua y viceversa.
Me sorprende, por lo tanto, el gran énfasis que los cristianos y nuestra sociedad hace en la navidad en comparación con la pascua. Semanas antes de la navidad ya se respira un “espíritu navideño” por todas partes. Las tiendas y centros comerciales están decorados y promueven sus ventas “navideñas”, las estaciones de música hacen de la música navideña la parte principal de su programación, en nuestras iglesias también nuestras actividades por varias semanas giran en torno a la navidad.
La celebración de la pascua, por el contrario, normalmente sólo se reduce a un fin de semana cuando mucho ya que muchas iglesias evangélicas únicamente conmemoran el domingo de resurrección. Es una tristeza que actualmente enfaticemos la navidad y nos olvidemos de la pascua como si se tratarán de dos acontecimientos sin ninguna relación.
De hecho, a través de la historia de la iglesia la pascua sí ha tenido una gran importancia y en la actualidad muchas tradiciones aún se la otorgan. Muchas denominaciones evangélicas, entre ellas los bautistas, desgraciadamente han hecho a un lado esta tradición quizá por su rechazo a la tradición Católica Romana. Sin embargo, como un dicho en inglés afirma “no debemos tirar al niño junto con el agua sucia” ya que la Iglesia Católica Romana no es propietaria de la pascua sino que nos pertenece a todos los cristianos.
En la iglesia primitiva se empezó a observar la cuaresma como una preparación espiritual para la pascua. La palabra cuaresma proviene de cuarenta y ésta a su vez del latín “quadragesima”. En el año 325 D.C. el Concilio de Nicea reconoció oficialmente la cuaresma como una parte esencial de la preparación espiritual para la pascua.
Aunque tradicionalmente muchas tradiciones practican la abstinencia de algo o el ayuno como parte de la cuaresma, me parece que la parte esencial que no debemos olvidar es hacer de la cuaresma un tiempo de introspección espiritual y meditación. La muerte y resurrección de Jesucristo son el eje central de nuestra fe y no debemos tomarlos a la ligera. No estoy advocando que los cristianos nos hagamos ritualistas pero sí que seamos conscientes y nos prepararemos espiritualmente para recordar y celebrar a Cristo y su maravillosa obra por nosotros. Los cristianos no tenemos qué hacer algo para ganarnos el favor de Dios sino celebrar que ya lo tenemos. ¿Qué piensan hacer usted y su iglesia durante la cuaresma?