Ser mamá es uno de los más grandes privilegios, honores y responsabilidades en esta vida. El amor de una madre por sus hijos trasciende el entendimiento y supera cualquier otra expresión de cariño. Por todos es conocida la figura de una “madre abnegada” que da todo por sus hijos sin esperar nada a cambio. A pesar de su amor desinteresado es triste que como hijos y como sociedad en general tomemos este amor por sentado y no lo apreciemos como deberíamos. Qué bueno que podemos celebrar el día de las madres para honrar su servicio y legado en nuestras vidas. Lo malo es que no tengamos la tendencia a reconocer su esfuerzo durante todo el año y celebremos también sus vidas como mujeres que tienen sueños y dones más allá de su labor como madres.
Estoy convencido es que es importante reconocer lo que nuestras madres hacen por nosotros. Pero también es necesario valorar sus esfuerzos y deseos más allá de sus obras. Ser madre implica un trabajo desgastante, que nunca termina y que siempre falla de alguna manera como es de esperarse en los seres humanos. Nuestra sociedad espera una perfección que no existe. Como cristianos también hablamos de ideales irrealistas como por ejemplo la mujer en Proverbios 31 la cual representa de manera poética un ideal, pero no el estándar que siempre se debe cumplir. Cuando no hacemos esta aclaración, reforzamos inconscientemente un sentimiento de culpa en todas las que obviamente se quedan cortas al ideal representado. Necesitamos afirmar a nuestras madres por todo lo que no hacen, por sus fallas y limitaciones. En otras palabras, por ser humanas. Lo que son y han hecho es suficiente y lo celebramos. No conozco a una mamá que no sienta que no ha hecho lo suficiente por su familia, que no piense que sus limitaciones sobrepasan sus logros. Nos animo a que les recordemos constantemente que son valiosas por lo que son y no solamente por lo que hacen. Que somos bendecidos con tenerlas tal y como son.
Los hijos también tenemos la inclinación de ver a nuestras madres como solamente madres y no como mujeres. Una manera de reconocerlas es apoyarlas a que se realicen y vivan vivas plenas en todas las áreas de su vida. Su amor desinteresado las lleva constantemente a sacrificarse por su familia y a olvidar sus propios sueños. De la misma manera que los padres se enorgullecen cuando ven los logros de sus hijos, la familia entera debería buscar el beneficio de la madre como una prioridad. Nos animo a que nuestros regalos a nuestras madres se enfoquen en ellas como personas y no en su labor como madres, a que busquemos también su beneficio en todas nuestras decisiones.
Dios me bendijo con una gran mamá. También veo su favor con mi esposa y lo buena mamá que es con mis hijos. Estoy seguro usted comparte estos sentimientos. Qué bueno que una vez al año tengo la oportunidad de celebrar y decir “¡gracias mamá!”