Cada año la importante revista Time selecciona a la persona que ha tenido más influencia en el mundo durante el año. La persona del año 2017 ha sido acertadamente y sin lugar a dudas las mujeres que rompieron el silencio y cuyas voces empezaron el movimiento #MeToo (yo también). Estas valientes personas han hecho públicas sus desgarradoras historias de abuso y acoso sexual las cuales abarcan todos los segmentos de la sociedad y lamentablemente también de las iglesias.
A partir de que varias actrices compartieron públicamente sus historias de abuso sexual por el productor cinematográfico Harvey Weinstein, entre otros, cientos de historias han circulado por las redes sociales. Muchos actores, comunicadores, líderes y políticos han sido acusados de abusar, acosar o incluso violar sexualmente a personas, en su mayoría mujeres, con total impunidad. Hasta ahora, porque estas acusaciones han hecho que en muchas ocasiones los acusados hayan tenido que renunciar a sus puestos o hayan sido despedidos de ellos. Las voces que por fin se han estado levantando han traído por fin consecuencias tangibles aún después de que han pasado muchos años de que sucedieron los lamentables incidentes.
Para la sociedad en general, pero especialmente para los seguidores de Cristo, es muy importante que por fin reconozcamos las voces de aquellos que claman por justicia, igualdad y dignidad. La Biblia enseña que tanto el hombre como la mujer son creados a la imagen de Dios y que ambos son valiosos y dignos (Gen. 1:27). Dios es el autor de la sexualidad y ésta se debe dar en un contexto de intimidad, respeto y amor. Por lo tanto, cualquier actividad que denigre el valor y dignidad de los seres humanos debe ser rechazada, perseguida y castigada.
El abuso de poder es el común denominador de todas las historias de abuso y acoso sexual. Los abusadores, hombres en su mayoría, gozaban de autoridad y poder sobre sus víctimas. Desgraciadamente usaban su poder para amedrentar y abusar de los demás e incluso prohibirles que los delaten. Esta situación continua en la actualidad en todos los ámbitos de la sociedad. Por lo tanto, es urgente que todos revisemos las estructuras de poder y seamos más incluyentes. Se necesita la participación activa de todos en las tomas de decisiones y en todas las esferas de autoridad.
Sin embargo, es imprescindible que escuchemos las voces de aquellos que confiesan los abusos e injusticias que han recibido y, sobre todo, que les creamos. “Te creo” son las palabras más poderosas que podemos decir cuando una persona con valentía declara que ha sido abusada. Evidentemente después de creerle tenemos que tomar cartas en el asunto y castigar al abusador y asegurarnos que este tipo de situaciones no vuelvan a ocurrir. Es una vergüenza que una víctima que confiese algo tan personal y vulnerable todavía tenga su credibilidad puesta en duda por aquellos que deberían cuidarla y protegerla. “Te creo” es el primer paso hacia un verdadero cambio en nuestras iglesias y sociedad.
La actriz Salma Hayek hizo pública por primera vez su lamentable historia de abuso por parte del productor Weinstein. Ella es la más reciente, pero no la última, persona que relata cómo una persona con poder abusó de ella. A final de su artículo en el New York Times, Hayek nos da un importante mensaje sobre el porqué muchos han abusado de otros y por qué muchas hasta ahora empiezan a contar sus historias. Espero la escuchemos, le creamos y juntos actuemos para que por fin este tipo de historias no se vuelvan a repetir:
“Estoy agradecida con todos los que están escuchando nuestras experiencias. Espero que al agregar mi voz al coro de quienes por fin pudieron hablar ayudaré a entender por qué fue tan
difícil hacerlo y por qué tantas de nosotras esperamos tanto tiempo. Los hombres acosan sexualmente porque pueden. Y las mujeres estamos hablando porque, en esta nueva era, por fin podemos hacerlo.”
NOTE: Octavio Esqueda is among the featured columnists at Baptist Press en Español, and this article was also published in Baptist Press.