La integridad es el fundamento esencial de un seguidor de Cristo. Nuestro carácter define, proclama y representa nuestra fe en un Dios santo a todos a nuestro alrededor. Un cristianismo que defiende una “teología correcta” a expensas de una vida íntegra es falso y representa intereses personales, pero no al Dios de la Biblia. No hay atajos ni excusas. Nuestro comportamiento siempre declara con mayor elocuencia quienes somos y qué creemos más allá de cualquier declaración doctrinal que afirmemos.
En el contexto político y social en el que vivimos he escuchado a varios líderes religiosos afirmar que el carácter de un líder es secundario a las políticas y propuestas que promueve. Esta manera de pensar concuerda con una filosofía pragmática de la vida, pero no con Cristo. Dios no es pragmático ni partidario de una manera de pensar que dice que el “fin justifica los medios”. El Dios trino es santo y para tener comunión con Dios es imprescindible un estilo de vida que se amolde al carácter divino.En Hebreos 12:14 se afirma que sin santidad nadie puede ver a Dios. El Señor pone las reglas para que nos relacionemos con Él.
A través de toda la narrativa bíblica se enfatiza que un Dios santo requiere de una vida íntegra para poder disfrutar de su presencia. Las prácticas y rituales religiosos son secundarios aun corazón sincero que desea agradar a Dios en todo momento. El ser humano ve solamente las acciones de los demás y, por lo tanto, puede ser fácilmente engañado, pero Dios ve nuestro corazón y se complace en aquellos que sinceramente lo buscan.
El salmo 15, el Salmo 24: 3-5 e Isaías 33:14-17 nos muestran claramente que la integridad de nuestro carácter es lo complace a Dios y nos da la posibilidad de disfrutar de su presencia y bendiciones. Hay muchos otros pasajes en la Biblia que nos enseñan los mismos principios, pero comparto éstos como una muestra inequívoca de la importancia de nuestra conducta para agradar a nuestro Dios.
Salmo 15
Quién, Señor, puede habitar en tu santuario?
¿Quién puede vivir en tu santo monte?
2 Solo el de conducta intachable,
que practica la justicia
y de corazón dice la verdad;
3 que no calumnia con la lengua,
que no le hace mal a su prójimo
ni le acarrea desgracias a su vecino;
4 que desprecia al que Dios reprueba,
pero honra al que teme al Señor;
que cumple lo prometido
aunque salga perjudicado;
5 que presta dinero sin ánimo de lucro,
y no acepta sobornos que afecten al inocente.
El que así actúa no caerá jamás.
Salmo 24:3-5
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en su lugar santo?
4 Solo el de manos limpias y corazón puro,
el que no adora ídolos vanos
ni jura por dioses falsos.
5 Quien es así recibe bendiciones del Señor;
Dios su Salvador le hará justicia.
Isaías 33:14-17
Los pecadores están aterrados en Sión;
el temblor atrapa a los impíos:
«¿Quién de nosotros puede habitar
en el fuego consumidor?
¿Quién de nosotros puede habitar
en la hoguera eterna?»
15 Solo el que procede con justicia
y habla con rectitud,
el que rechaza la ganancia de la extorsión
y se sacude las manos para no aceptar soborno,
el que no presta oído a las conjuras de asesinato
y cierra los ojos para no contemplar el mal.
16 Ese tal morará en las alturas;
tendrá como refugio una fortaleza de rocas,
se le proveerá de pan,
y no le faltará el agua.
17 Tus ojos verán al rey en su esplendor
y contemplarán una tierra que se extiende hasta muy lejos.
Evidentemente, los cristianos tenemos el privilegio de tener acceso directo al trono del Creador a través de Jesucristo (Heb. 4:16). Si bien la redención de nuestros pecados que restaura nuestra relación con Dios por medio del sacrificio de Jesús en la cruz es lo que nos abre la puerta a la presencia de Dios, nuestra conducta es la que proclama la relación que ahora disfrutamos con Dios. La salvación y la vida cristiana están basadas en la gracia divina, pero la misma gracia es la que nos impulsa a vivir de acuerdo a nuestra nueva vida en Cristo.
La ortodoxia (la doctrina correcta) y la ortopraxis (la práctica correcta) siempre van juntas como dos lados de una misma moneda. Nuestra conducta proclama fuertemente nuestras creencias y lo que hacemos es tan importante como lo que decimos. Como las palabras atribuidas a Francisco de Asís correctamente nos retan: “predica en evangelio en todo momento y si es necesario usa las palabras”.
NOTE: Octavio Esqueda is among the featured columnists at Baptist Press en Español, and this article was also published in Baptist Press.