Este fin de semana recordamos los acontecimientos más importantes en la historia de la humanidad, los sucesos que cambiaron para siempre la vida de millones de personas alrededor del mundo. Evidentemente me refiero a la muerte y resurrección de Jesucristo. La Biblia es clara al afirmar que el Hijo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros con un propósito principal, dar su vida para que nosotros pudiéramos recibir la vida eterna. A través de su muerte y resurrección Jesús restaura todas las relaciones que habían sido quebrantadas por el pecado: la relación entre el ser humano y Dios, la relación entre el ser humano con sus semejantes, la relación del ser humano consigo mismo y la relación del ser humano con la naturaleza. Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo y a través de su resurrección ahora tenemos una esperanza viva que nos alienta a vivir con la expectativa de su segunda venida en la que la restauración será final y eterna. Por esta razón, el viernes santo y el domingo de resurrección son fechas importantes que nos hacen reflexionar sobre nuestro pecado y celebrar la salvación en Jesús y su resurrección. ¡Servimos a un Dios vivo!
Sin embargo, la muerte y resurrección de Jesús van mucho más allá de la salvación de nuestros pecados y la esperanza de la vida eterna. Los que han puesto su fe en Cristo deben vivir de acuerdo a una nueva ética que refleje los valores de su Señor. El cristianismo es mucho más que obtener un boleto al cielo, sino que nos guía a vivir de una manera cristo-céntrica que impacte todas las áreas de nuestra vida. Todas las personas naturalmente viven para sí mismas, pero los cristianos ahora viven para Cristo como claramente lo enseña 2 Corintios 5:14-15, “El amor de Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por todos, y por consiguiente todos murieron. Y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado”.
La paradoja del cristianismo se da en que Cristo vino a darnos vida abundante (Juan 10:10), pero esta vida se disfruta cuando morimos a nosotros mismos. Cuando damos nuestra vida por Cristo y por los demás entonces realmente encontramos la plenitud de la vida. La tendencia natural de todo ser humano es ser egoísta, pero el mensaje de Cristo va en contra de nuestra cultura y tendencia. Por esta razón, un verdadero seguidor de Jesucristo debe vivir de acuerdo a una ética de valores diferentes a los de los demás en la que el amor por el prójimo es la característica esencial de sus acciones.
Vivir para Cristo es un mensaje comúnmente aceptado, pero tristemente poco practicado por muchos, trágicamente líderes cristianos entre ellos. Es natural y deseable centrar la atención de la gente en nosotros mismos. Es atractivo recibir la recompensa terrenal de la aprobación de los demás. Es fácil pensar que por ser líderes estamos exentos de caer en la tentación del orgullo y, por lo tanto, en muchos otros pecados como consecuencia lógica. Es tan común ver caer líderes cristianos que de seguro pensaron que eso nunca les pasaría a ellos y que se sentían seguros en su posición. Estos líderes que lamentablemente han caído en pecado no eran peores que nosotros y con toda certeza creían que estaban firmes en sus convicciones y ministerios. La diferencia se da gradualmente en vivir ensimismados en lugar de vivir centrados en Cristo y los demás.
El apóstol pablo en Gálatas 2:20 nos recuerda que el mensaje de la cruz es actual y se debe reflejar en nuestra vida diaria: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”. La vida de Cristo en nosotros no se refleja en nuestro discurso religioso o posición de liderazgo sino en nuestro amor sincero por los demás. Un verdadero cristiano es aquel vive con la humildad de Jesús, sirve con la compasión de Jesús y ama a los demás con el amor sacrificial de Jesús. La muerte y resurrección de Cristo van mucho más allá de acontecimientos históricos que recordamos cada año ya que son la base de nuestro diario vivir y el fundamento central de nuestra ética práctica a favor de los demás. Cristo murió para que no vivamos para servirnos a nosotros mismos y de esta manera encontrar el verdadero significado de la vida.
NOTE: Octavio Esqueda is among the featured columnists at Baptist Press en Español, and this article was also published in Baptist Press.