El amor a Dios y al prójimo es el cimiento esencial del cristianismo. Es imposible ser un verdadero seguidor de Cristo si el amor a Dios y a los demás no forman parte fundamental de nuestra fe y conducta. Evidentemente somos creados para amar a Dios sobre todas las cosas y nadie discutiría que nuestra relación con Dios es básica e importante. Amar a Dios es el resumen de toda la ley y la razón principal de nuestra existencia.
Sin embargo, con frecuencia olvidamos que Jesús nos ordena amarnos unos a otros para poder ser sus discípulos. De hecho, el Nuevo Testamento claramente enfatiza que nuestro amor a nuestros semejantes es la manifestación clara y natural de nuestro amor por Dios. Quien dice que ama a Dios, pero no ama a su hermano es un mentiroso como lo enseña 1 Juan 4:20. Todos hemos escuchado esta realidad, pero recientemente me sorprendió redescubrir la gran cantidad de pasajes que nos piden amarnos unos a otros. Lea con atención los siguientes versículos bíblicos y espero lo impacten tanto como a mí:
Juan 13:34-35: “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.”
Romanos 12:10: “Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente”.
Romanos 13:8-10: “No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley. Porque los mandamientos que dicen: «No cometas adulterio», «No mates», «No robes», «No codicies», y todos los demás mandamientos, se resumen en este precepto: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». El amor no perjudica al prójimo. Así que el amor es el cumplimiento de la ley.”
Gálatas 5:13: “Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor.”
Efesios 4:2: “Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor.”
1 Tes. 4:9: “En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros.”
2 Tes. 1:3: “Hermanos, siempre debemos dar gracias a Dios por ustedes, como es justo, porque su fe se acrecienta cada vez más, y en cada uno de ustedes sigue abundando el amor hacia los otros.”
Hebreos 10:24: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.”
1 Pedro 1:22: “Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros.”
1 Pedro 3:8: “En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes.
1 Pedro 5:14: “Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal.”
1 Juan 3:11: “Este es el mensaje que han oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros.”
1 Juan 3:23: “Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos los unos a los otros, pues así lo ha dispuesto.”
1 Juan 4:7: “Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce.”
1 Juan 4:11-12: “Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente.”
1 Juan 4:21: “Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.”
2 Juan 1:5-6: “Y ahora, hermanos, les ruego que nos amemos los unos a los otros. Y no es que les esté escribiendo un mandamiento nuevo, sino el que hemos tenido desde el principio. En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y este es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio.”
Como podemos ver claramente en estos pasajes, nuestro llamado a amarnos unos a otros es imprescindible para nuestra vida cristiana y para nuestro servicio a Dios. El amor es práctico y se manifiesta en acciones concretas en beneficio de los demás. La fe y la práctica, la ortodoxia y la ortopraxis siempre van juntas. Seguir a Cristo va más allá de una fe mística y privada sin acciones específicas para ayudar a nuestros semejantes. Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero, pero no podemos amar a Dios y no preocuparnos por el bienestar de nuestros hermanos. Un cristianismo sin amor por el prójimo no representa a Cristo.
De la misma manera, no se puede amar siendo egoísta. No se puede ser un buen líder cristiano sin tener un enfoque en el bienestar común en lugar del propio. Lamentablemente, muchos líderes sucumben a la tentación del poder en lugar de seguir el camino del amor. Henri Nouwen en su libro In the Name of Jesus: Reflections on Christian Leadership (En el nombre de Jesús: reflexiones sobre el liderazgo cristiano) hace unas reflexiones profundas sobre la tentación de poder que los líderes comúnmente enfrentan. Nouwen también nos recuerda que el amor es el fundamento básico de nuestra existencia no solamente como cristianos sino como seres humanos. Le comparto estos tres incisivos párrafos de Nouwen:
“Qué hace que la tentación de poder parezca tan irresistible? Quizá es que el poder ofrece un fácil sustituto en lugar de la tarea difícil de amar. Pareciera más fácil ser Dios que amar a Dios, más fácil controlar gente que amar a la gente, más fácil ser dueño de la vida que amar la vida”.
“La gran y dolorosa historia de la Iglesia es la historia de la gente tentada una y otra vez para elegir el poder en lugar del amor, control en lugar de la cruz, ser el líder en lugar del seguidor. Aquellos que resistieron esta tentación hasta el final y que por lo tanto nos dan esperanza, esos son los verdaderos santos.”
“Una cosa me parece clara: la tentación de poder es mayor cuando la intimidad es una amenaza. Mucho del liderazgo cristiano es ejercido por personas que no saben cómo desarrollar relaciones íntimas y saludables y que en su lugar han optado por el poder y el control. Muchos constructores de imperios cristianos han sido personas incapaces de dar y de recibir amor.”
El mensaje de Cristo es simple: “ámense los unos a los otros como yo los he amado”. El Dios de amor nos invita a colaborar con Él en su amor a todas las personas. El amor es parte del fruto del Espíritu Santo en todos los creyentes y, por lo tanto, el distintivo esencial de cualquier seguidor de Cristo. No hay mayor llamado ni mejor testimonio de Cristo que nuestro amor por nuestros semejantes. Que nuestro amor sea de hechos y no meramente palabras y sea evidente a todos para que a través de nosotros brille la luz de Cristo.
Octavio Esqueda is among the featured columnists at Baptist Press en Español, and this article was also published in Baptist Press.