Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:17-24, RVR 1960)
Amenudo, la Biblia describe nuestra relación con Dios como un recorrido. Este término parece abarcar tanto nuestras respuestas interiores como exteriores a Dios, incluyendo nuestros pensamientos, actitudes, afectos y comportamientos. Este caminar tiene una dinámica activa y voluntaria. Dios no nos jala por la fuerza en nuestra relación con Él, sino que nos invita a seguirle voluntariamente y a permitirle que, con el tiempo, transforme nuestra forma de pensar, nuestras actitudes y nuestras acciones. No se trata de una decisión de una sola vez, sino de una decisión que se renueva a diario, a medida que tomamos decisiones que fomentan o dificultan nuestro cambio hacia la semejanza de Cristo. Al reflexionar sobre mi propio caminar con Dios, me queda claro que este tipo de relación en crecimiento con Dios requiere más que conocimiento o comprensión. Estudiar las Escrituras y saber lo que debo hacer no es suficiente. Debo aprender a predicar con el ejemplo, a caminar de acuerdo a lo que predico, y para ello necesito ayuda. Ya he visto suficientes fracasos en mi propia respuesta a lo que sé que Dios desea de mí como para reconocer que no puedo lograrlo por mí mismo. Necesito tanto la ayuda de Dios como la de aquellos que están recorriendo este mismo camino.
Pablo comienza este pasaje con una sobria advertencia de que los cristianos no deben seguir caminando como los gentiles (aquí utiliza este nombre para referirse en general a los no creyentes), porque su búsqueda habitual del pecado ha endurecido sus corazones, y su entendimiento se ha oscurecido. No pueden apreciar el mensaje del Evangelio porque han puesto sus corazones en contra de Dios y de sus caminos. Los cristianos, aquellos que han escuchado y respondido por fe al evangelio, deben dejar ese camino atrás porque «vosotros no habéis aprendido así a Cristo». Pecar, como se dice por ahí, «es cosa del pasado». Somos aquellos que han respondido al evangelio de Jesucristo, y por ello, es el momento de dejar el pecado atrás. Pero, ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo puedo estudiar y enseñar la Biblia de manera que fomente este cambio interior?
Me temo que gran parte de nuestra enseñanza típica en la iglesia consiste en aprender lo que Dios quiere que sepamos y hagamos, enseguida orar juntos, y luego asumir que el conocimiento nos llevará de alguna manera, milagrosamente, al crecimiento y la madurez. En este pasaje, Pablo describe un proceso intencional y activo que tiene importantes implicaciones para la forma en que debemos enseñar. Comienza tanto con el deseo de dejar atrás el viejo andar como con la decisión de despojarse de esa vieja forma de vida. La imagen que Pablo utiliza aquí es la de quitarse un viejo atuendo, ropa que ya no es adecuada para un seguidor de Cristo. Cuando enseñamos, necesitamos mostrar ese deseo y compromiso en nosotros, para animar a otros a ver que Dios quiere ayudarles a despojarse de su vieja forma de vida. Pero, despojarse no es suficiente, el verdadero crecimiento no es sólo una cuestión de dejar algo atrás, sino de ganar algo nuevo.
También debemos ser renovados en el espíritu de nuestras mentes. Esto es la base del estudio de la Biblia. Estudiamos juntos las Escrituras de manera que nos ayuden a renovar nuestro pensamiento, permitiendo que nuestras viejas formas de pensar y nuestros viejos deseos sean desafiados y transformados por Dios (Romanos 12:1-2). Un cambio duradero de comportamiento no se producirá sin un cambio en nuestra forma de pensar y en los deseos de nuestro corazón. Debemos convencernos de la verdad, el valor y la bondad de este nuevo caminar con Dios, para que seamos más capaces de dejar de lado los hábitos de vida del pasado. Esta renovación interior es fundamental para los cambios en los patrones externos de la vida, en las decisiones diarias que tomamos a medida que continuamos nuestro caminar con Dios.
Por último, Pablo enseña que debemos «vestirnos del nuevo yo» que Dios ha creado a semejanza de Dios, justo y santo. Hacerlo requiere intencionalidad, y a menudo necesitamos ayuda en este proceso. Decidir cambiar es una cosa, pero crecer en nuestra capacidad de vivirlo a lo largo del tiempo es otra muy distinta. En ésto es donde he tenido que cambiar mis propias enseñanzas. He aprendido que, en lugar de ignorar lo que estudiamos la semana pasada y apresurarme a empezar una nueva lección, tengo que dedicar más tiempo a repasar y revisar las cosas que hemos estado aprendiendo (la «ropa nueva» que Dios nos ha llamado a ponernos) y a compartir las historias de éxito y a animar a los que les cuesta más hacer lo que saben que tienen que hacer. El seguimiento y el refuerzo son importantes para establecer nuevas pautas de vida, para cultivar este nuevo caminar con Dios. Si no dedicamos tiempo a esto, es como si dijéramos: «¡Buena suerte con esa ropa nueva! ¡Que tengas una buena semana!». El cambio no es automático, y Dios usa el cuerpo de Cristo para animarnos, enseñarnos, amonestarnos y exhortarnos unos a otros en nuestra nueva vida en Cristo.
¿Ves tu liderazgo en los estudios bíblicos como un esfuerzo para fortalecer a tu gente en su nuevo caminar con Dios? ¿Cómo podría cambiar tu enseñanza si ésta se centrara más en ayudarles a despojarse del viejo yo, a renovar su pensamiento y sus deseos, y a revestirse del nuevo yo que Dios ha creado a su semejanza? ¿Cómo puedes crear espacio y tiempo para revisar y repasar el aprendizaje pasado para animarlos a la persistencia en vivir lo que están aprendiendo juntos? Pídele a Dios que te ayude a reexaminar tu enfoque de la enseñanza para ver qué puede ser necesario cambiar con el fin de realizar este tipo de enseñanza que refuerza.
Padre, estoy agradecido porque no me dejaste en mi ignorancia y dureza de corazón hacia ti, sino que me atrajiste a ti, perdonaste mi pecado y me hiciste Tu hijo. Por favor, ayúdame a despojarme de mi viejo yo, a renovar mi mente y a vestirme con mi nuevo yo, creado a Tu imagen. Mientras enseño Tu Palabra, ayúdame a animar y apoyar a otros a hacer lo mismo, para que nuestro caminar contigo te honre cada vez más mientras nos transformas. Amén.