Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos 4:12-13, RVR 1960)
¿Dirigir un estudio bíblico es como dirigir cualquier otro «club de lectura»? ¿Nos reunimos para hablar de nuestra opinión sobre el libro, de lo que nos gusta o no nos gusta, de en qué estamos de acuerdo o no, de nuestra interpretación de lo que dice el autor, o de qué otras cosas nos evoca? Si consideramos que la Biblia es como cualquier otro libro, nuestros estudios en grupo pueden convertirse fácilmente en este tipo de experiencia. Pero la Biblia no es como cualquier otro libro, y nuestra discusión sobre uno de sus pasajes debe reflejar nuestra comprensión de cómo Dios utiliza la naturaleza única de la Biblia para nuestro crecimiento espiritual.
Cuando estudiamos las Escrituras para dirigir nuestro grupo de estudio bíblico, y cuando nos reunimos durante ese momento de estudio en grupo, ocurre algo que difiere de cualquier otra reunión de "club de lectura". Aunque esto sea muy importante, no se trata sólo de que la Biblia sea única pues es la revelación de Dios a nosotros. Como cristianos, cuando estudiamos la Biblia con un corazón abierto, Dios, el Espíritu Santo, está presente con nosotros, utilizando activamente las Escrituras para escudriñar nuestros corazones y mentes, aportando ideas, mostrando implicaciones para nuestras vidas y convenciéndonos de nuestra necesidad de responder en obediencia. El escritor de Hebreos llama a la Palabra de Dios «viva y eficaz», y lo es, en manos del Espíritu Santo que reside en nosotros. Esto debería establecer la diferencia en la forma en que abordamos nuestro estudio juntos, y también debería influir en la forma en que nos preparamos para dirigir y enseñar.
Muchas veces, mientras me preparaba para dirigir una sesión de estudio bíblico, al leer y estudiar un pasaje de las Escrituras, el Espíritu Santo me ha llamado la atención sobre ciertos aspectos del pasaje, ayudándome a ver algo a lo que necesito responder. A veces dándome ánimo, convicción de pecado, o la necesidad de ser obediente a Su exhortación, el Espíritu me ayuda a ver mi propio corazón y vida en relación con lo que estoy leyendo. De esta manera, la Palabra de Dios penetra directamente en mi corazón, revela su condición y trabaja para renovarlo para que se parezca más al propio corazón de Dios. A veces el Espíritu me cuestiona acerca de cosas que ya he reconocido pero para las que necesito Su ayuda para poder encarar. Pero otras veces, Él me muestra algo que no había reconocido de mí mismo, trayendo un nuevo reconocimiento de la necesidad de arrepentimiento y un cambio en mi comportamiento. Todo esto sucede porque el Espíritu Santo está presente mientras leo y estudio la Palabra de Dios.
Reconocer esta verdad acerca de cómo Dios obra a través de Su Palabra en nuestras vidas, necesita impactar también la forma en que enseño. Cuando dirijo un estudio bíblico, quiero que el grupo invite a Dios, a través del Espíritu Santo, a estar presente y a ayudarnos a prestar atención a Su obra en nosotros mientras estudiamos Su Palabra. Quiero que Dios use Su Palabra para sondear nuestros corazones, no sólo para informar a nuestras cabezas. A medida que crecemos en nuestra comprensión de lo que la Escritura dice y significa, oramos y pedimos la ayuda de Dios para discernir cómo se aplica a nosotros, lo que Él desea de nosotros, y las formas en que el mensaje de este pasaje debe impactar nuestras vidas. No nos conformamos con saber lo que la Biblia dice y significa; queremos que Dios la use en nosotros para crecer, madurar y asemejarnos más a la imagen de Cristo. Nuestra enseñanza debe fomentar esta reflexión más profunda y la atención a Dios en medio de nuestro estudio, y proporcionar tiempo para considerar y compartir las implicaciones que Él nos está ayudando a ver para nuestras vidas. Es un proceso que requiere tiempo, oración y conversación en común. Si de verdad queremos crecer espiritualmente, es un tiempo muy bien empleado.
Finalmente, la próxima vez que nos reunamos puede ser alentador para todos en el grupo si tomamos un momento para que los miembros compartan alguna ocasión en que Dios les dio una oportunidad para vivir lo que estábamos aprendiendo en el estudio anterior. Compartir esto ayuda a crear una expectativa de la obra de Dios en nuestras vidas, y los testimonios de la obra de gracia de Dios siempre animan el corazón, llevándonos a alabarle juntos. También nos ayuda a darnos cuenta de que la palabra viva de Dios no sólo tiene poder para mostrarnos nuestra necesidad, sino que, si lo dejamos en las manos de Dios, la Palabra tiene el poder de transformarnos.
El final de este pasaje pone de relieve el conocimiento íntimo y exhaustivo que Dios tiene de nosotros. No podemos escondernos de Él ni engañarle. Él nos conoce mejor que nosotros mismos. Así que, mientras estudiamos, pidámosle a Dios que nos muestre tal como Él nos ve, que podamos ver dónde necesitamos cambiar y crecer, e invitémosle a que nos guíe a través de esa transformación. Como escribió el salmista:
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.
(Salmo 139, 23-24, RVR 1960)
Padre, estoy agradecido por Tu Palabra Viva y su poder para ayudarme a ver mi necesidad de arrepentimiento, perdón y transformación por Tu Espíritu Santo. Por favor usa Tu Palabra como un instrumento para mostrarnos a mí y a mi grupo, dónde necesitamos crecer. Anímanos a través de Tu Palabra mientras reflexionamos sobre Tu asombroso amor inquebrantable por nosotros, Tu misericordia y gracia para con nosotros, y Tu poderosa obra en nosotros a través de Tu Espíritu. Disciplínanos en Tu amor, confórtanos con Tu presencia y guíanos en Tu camino eterno. Amén.