Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?» Le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te amo.» Él le dijo: «Apacienta mis corderos.» Volvió a decirle la segunda vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Pedro le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te amo.» Le dijo: «Pastorea mis ovejas.» Le dijo la tercera vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.» Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.» (Juan 21:15-17, RVR 1960)

No puedo imaginarme lo desolado que debió sentirse Pedro cuando, con miedo por su propia seguridad, negó conocer a Jesús (Juan 18). Sucedió justo después de que Jesús fuera arrestado y llevado ante los sumos sacerdotes para ser interrogado. También sucedió tal como Jesús dijo que sucedería, y Pedro, «la Roca», a pesar de haber protestado que esto nunca podría suceder, se encontró desmoronándose por completo bajo la presión. Y no sólo ocurrió una vez, sino tres, y cada vez como un martillo que atormentaba su alma mientras negaba ser uno de los discípulos de Jesús. No puedo imaginar el dolor, la confusión, el miedo, la culpa y la vergüenza que Pedro experimentó. ¡Debió ser un sentimiento insoportable!

No puedo imaginar lo abrumado que debió de sentirse Pedro cuando tres días después corrió con Juan hasta la tumba de Jesús y la encontró vacía, y más tarde, ese mismo día, cuando Jesús resucitado se apareció a los discípulos que se reunían ocultos y a puerta cerrada y les dijo: «La paz esté con vosotros» (Juan 20). Sucedió tal como Jesús había dicho que sucedería, y Pedro, que pensaba que su vida había terminado, descubrió que no había hecho más que empezar, y que Jesús le enviaba a él y a los demás discípulos como apóstoles («enviados») para proclamar el evangelio del perdón de los pecados. No puedo imaginar lo maravillado, confuso, alegre y asombrado que debió sentirse Pedro. Era demasiado para asimilarlo, ¡Era demasiado bueno para ser verdad!

Enseguida, unos días más tarde, Jesús se aparece a varios discípulos que estaban pescando en el mar de Tiberíades y les proporciona una pesca asombrosa. Pedro, en su afán por estar con Jesús, salta al agua y nada hasta la orilla. Allí, los apóstoles encuentran a Jesús ofreciéndoles un desayuno caliente, y al terminar la comida, Jesús se dirige a Pedro con una pregunta inquietante y penetrante: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?».

No puedo imaginar cómo se sintió Pedro cuando Jesús empezó a cuestionar su amor por Él. Sospecho que regresó algo de la antigua vergüenza y culpa, especialmente cuando Jesús le hizo esta misma pregunta tres veces, haciéndose eco de las tres negaciones en el patio del sumo sacerdote después de que Jesús fue arrestado. Pero Jesús no se limitó a echar sal en la herida y dejar que Pedro se ahogara en su sentimiento de vergüenza. En lugar de eso, le dio un simple encargo para que lo cumpliera, por su amor a Jesús: «Apacienta mis corderos.», «Apacienta mis ovejas.», «Apacienta mis ovejas».

Encuentro este pasaje profundamente alentador cuando reflexiono sobre la gracia y el perdón de Dios en mi propia vida, y cómo a pesar de mis fallas y pecados, Jesús me sigue llamando, como a Pedro, para apacentar a sus ovejas. Jesús, por su misericordia y gracia, perdona mi pecado, y me llama a proclamar este evangelio de perdón a los demás como un acto de amor. No tengo que ser perfecto o «lo suficientemente bueno» para enseñar a otros acerca de la gracia de Dios; de hecho, es porque he necesitado y recibido el perdón de Dios que tengo algo maravilloso que compartir con los demás. Jesús le dio a Pedro una misión, un llamado a cumplir, motivado por el amor a Jesús, y ese mismo llamado está disponible para ti y para mí hoy.

¿Amas a Jesús? Una forma de demostrar tu amor por Él es enseñar a otros acerca de Él, de Su vida, ministerio, enseñanza, muerte sacrificial y resurrección para traer perdón y nueva vida a todos los que creen.

¿Es tu enseñanza un acto de amor a Jesús, o has perdido esa sensación del amor en medio de los desafíos de la enseñanza? Tómate tiempo para repasar la historia del Evangelio y maravíllate ante el asombroso amor y la gracia que Dios te ha mostrado en Jesucristo, una gracia que pudo «salvar a un desgraciado como yo», como escribió el antiguo comerciante de esclavos convertido en pastor, John Newton. Él también sabía lo que significaba ser perdonado y llamado a «apacentar mis ovejas». Éste puede ser también tu llamado.

Mientras preparas tu próxima sesión de estudio de la Biblia, tómate tiempo para reflexionar de nuevo sobre la «Sublime gracia» de Dios que se te ha mostrado en y a través de Jesucristo. Deja que esto despierte en tu corazón un amor más profundo por Dios, un amor que desee contárselo a los demás, para ayudarles a conocer también la gracia de Dios y aprender a vivir dentro de esa gracia.

Padre, gracias porque Jesús perdonó a Pedro por haberle negado y le llamó al ministerio de apacentar a tus ovejas. Confieso que yo también te he fallado y que no soy digno de servirte, y estoy profundamente agradecido por tu gracia, tu perdón y tu llamado a apacentar tu rebaño. Permite que lo haga por un fuerte amor por ti y por tu rebaño. Cuando mi amor por ti se haya desvanecido, recuérdame tu gran amor por mí y despierta en mi corazón un amor más profundo que afecte a todo lo que hago en mi camino contigo, incluida mi enseñanza. Al hacer esto, que otros vean más claramente tu amor por ellos y respondan con fe a la gracia que yo, como Pedro, he experimentado de ti. Amén.

Este devocional es uno de los cincuenta y dos de la colección “Alimentando el alma del líder de estudio bíblico”. Si desea leer más o compartirlos con un amigo, puede acceder a ellos en línea en www.biblestudyleader.com y también están disponibles en forma de libro a través de Amazon.com.