Mi boca publicará tu justicia Y tus hechos

de salvación todo el día,

Aunque no sé su número.

Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor;

Haré memoria de tu justicia, de la tuya sola.

Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud,

Y hasta ahora he manifestado tus maravillas.

Aun en la vejez y las canas,

oh Dios, no me desampares,

Hasta que anuncie tu poder a la posteridad,

Y tu potencia a todos los que han de venir,

(Salmo 71:15-18, RVR 1960)

Mi difunto padre, cuando ya tenía más de 90 años, aún recordaba dónde estaba y qué estaba haciendo cuando, en 1941, se anunció el ataque a Pearl Harbor, que desencadenó la entrada oficial de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Tenía 20 años y estaba jugando al baloncesto con unos amigos cuando escuchó la noticia por la radio. A los pocos meses, mi padre estaba en el Cuerpo Aéreo del Ejército, entrenándose para servir como oficial de comunicaciones en una base aérea de Inglaterra. Aunque no habló mucho de ello durante muchos años, con el tiempo me contó sus experiencias durante la guerra, ayudándome a entender y apreciar mucho más de lo que podría hacerlo un simple resumen de los hechos de un libro de historia. Era su experiencia vivida, y atesoro esos momentos en los que compartía conmigo cómo la guerra cambió su vida.

Esa simple experiencia con mi padre me ayuda a entender mejor que guiar a otros en un estudio de la Biblia necesita ser mucho más que una recitación de hechos de las Escrituras. Debe ser más bien una implicación personal en proclamar la justicia de Dios y sus poderosos «hechos de salvación» a los demás. El salmista sabe que muchos de sus oyentes no estaban presentes cuando él vio a Dios realizar ciertos «hechos poderosos», o lo que él escuchó de la generación anterior. La generación más joven no sabe lo que ocurrió en el pasado, ni lo significativo que fue entonces en la vida del pueblo de Dios. Corresponde entonces a los que estuvieron presentes compartir con la siguiente generación lo que Dios ha hecho y lo que esto revela acerca de Su carácter (justo) y Su fuerza (poderosa).

Este tipo de enseñanza conlleva un aspecto profundamente personal. El salmista dijo: «Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, Y hasta ahora he manifestado tus maravillas». Esto es más que simplemente transmitir hechos históricos: es compartir cómo Dios ha obrado en él y cómo le ha impactado. Y tú, al dirigir tu grupo de estudio, ¿te entusiasma ayudarles a conocer las maravillas de Dios en la historia de salvación de las Escrituras? ¿Compartes con ellos la obra de Dios en tu propia vida, los poderosos hechos de Dios que te han impactado personalmente? Nuestro testimonio personal del continuo poder de Dios para salvar puede tener una profunda influencia, al mostrar a la gente que el Dios poderoso sigue obrando en las vidas de su pueblo hoy.

A medida que envejezco, aprecio cada vez más la última parte de este pasaje: «Aún en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, Hasta que anuncie Tu poder a la posteridad, Y Tu potencia a todos los que han de venir». Tengo un amigo mayor que ha desempeñado funciones ministeriales durante toda su vida adulta. Aunque se jubiló hace muchos años, a los 80 empezó a enseñar un estudio bíblico para hombres en su iglesia. Ahora tiene 86 años y sigue adelante. Desea ayudar a los hombres a conocer más plena y personalmente al Dios poderoso que actúa para salvar y que está presente para guiarlos y transformarlos. Quiere que conozcan el carácter justo y la gracia salvadora de Dios. Y sus enseñanzas no se limitan a repasar hechos bíblicos, por muy importantes que sean; es capaz de compartir toda una vida en la que ha visto a Dios actuar, animando a los hombres de su grupo a ver hoy la fuerza y el poder de Dios.

Y tú, cuando enseñas, ¿compartes los poderosos actos de Dios en tu propia vida? ¿Compartes historias del poder de Dios y de sus actos de justicia, tanto de las Escrituras como de las vidas del pueblo de Dios en tiempos recientes? Ambos tipos de relatos son importantes y alientan la esperanza de que el Dios de la Biblia todavía tiene poder para salvar hoy.

Padre, has hecho tanto, tanto en las Escrituras como en mi propia vida, que quiero compartirlo con los demás, para que sepan que eres poderoso para salvar. Mientras dirijo mi grupo de estudio, ayúdanos a verte en toda Tu justicia y a apreciar Tu gran amor por nosotros, que te movió a hacer hechos poderosos y maravillosos para salvarnos. Ayúdame a compartir con otros Tu obra en mi propia vida, para así animar a aquellos a quienes enseño a confiar en Tu poder y amor hoy en Cristo Jesús. Amén.